Por un Año 2019 en paz, armonía y

muchos sueños despiertos


En esas 8 palabras se encierra un conglomerado de situaciones pasadas, presentes y futuras con un elemento en común: la incertidumbre. La existencia de una reproducción lineal de causa - efecto es incierta porque tiene una dependencia absoluta de infinidad de factores. Podríamos pensar entonces que todo depende de la suerte, pero Aristóteles va más allá: lo centra en el hombre y su relación con su entorno. Los sueños se producen durante toda la vida, más allá de nuestro deseo o voluntad. Algunos nacen del enfado o la disconformidad, mientras que otros lo hacen desde el amor y la alegría. La capacidad soñadora sólo termina cuando dejamos de ocupar un espacio físico y tangible. El paso de un año al otro es insignificante para los sueños. Ellos se reproducen y generan, para el «hombre despierto», las herramientas que le permitan llevarlos a la vida. Aún las herramientas inexistentes son creadas por la fuerza de los sueños. ¿Qué misterio encierra la frase de Aristóteles en la palabra «despiertos»? Ciertamente los sueños necesitan de la acción, del empuje, de la creatividad y de la inocencia. Pero hay un elemento fundamental que el filósofo decidió no mencionar: el exitismo; un verdadero somnífero de los sueños que, a su vez, duerme en el hombre todas las expectativas. Forma parte de la vida comprender que no todos los sueños se materialicen. Y también forma parte de la vida aceptar que el éxito no es un factor determinante para considerar a un sueño como un enemigo o un traidor. Hacerlo así equivaldría a ceñirnos el cilicio de la vergüenza a nuestra alma y al corazón. Aristóteles nos deja entonces una contundente lección: los sueños son una conjunción entre lo propio y lo ajeno, hay una independencia del tiempo, resiliencia de aceptar lo intangible de la esperanza y, para todo ello, «es necesaria la vida». Te agradecemos que durante este año hayas acompañado nuestros sueños y a su vez nos hayas nutrido de los tuyos. Juntos renovemos